La excursión es una pasada. Visitamos la torre de vigía que había a medio camino y allí hicimos la merienda. La vista era estupenda. La caminata no fue excesiva (excepciones aparte - preguntar a Relten Mayer), y la playa era una delicia, a pesar de los olones que te tragaban a la mínima que podían, o te centrifugaban cual colada en la lavadora. Después bocatas, tortilla y galletitas, con siesta incluída, y menuda siesta... juegos de palas, baños relajados en el laguito natural de agua salada, y demás entretenimientos (especialmente, la cháchara). Por fin, el momento temido del regreso, con el sol, ya, a nuestras espaldas pero tan animados como en el inicio de la excursión. Y por fin, después del gran sacrificio (para algunos más que para otros) nuestro merecido cafetito/refresco o similar en un restaurante de Artà. Impresionante.
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La excursión es una pasada. Visitamos la torre de vigía que había a medio camino y allí hicimos la merienda. La vista era estupenda. La caminata no fue excesiva (excepciones aparte - preguntar a Relten Mayer), y la playa era una delicia, a pesar de los olones que te tragaban a la mínima que podían, o te centrifugaban cual colada en la lavadora.
Después bocatas, tortilla y galletitas, con siesta incluída, y menuda siesta... juegos de palas, baños relajados en el laguito natural de agua salada, y demás entretenimientos (especialmente, la cháchara).
Por fin, el momento temido del regreso, con el sol, ya, a nuestras espaldas pero tan animados como en el inicio de la excursión.
Y por fin, después del gran sacrificio (para algunos más que para otros) nuestro merecido cafetito/refresco o similar en un restaurante de Artà.
Impresionante.
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